Sentía el frío en las venas, el miedo le hacía temblar y le oprimía el pecho, sus piernas no podrían aguantar mucho más. La interminable noche se había abalanzado sobre ella hacía horas, dejando caer su enorme peso sobre sus débiles hombros y agudizando el cansancio causado por la huida, esa eterna huida, y aún no la había liberado.
Cayó al suelo provocando un ruido sordo cuando las rodillas chocaron contra el duro y helado suelo. La tensión era demasiada para su cuerpo, que aún se estremecía por lo ocurrido, y su corazón amenazaba con salírsele del pecho.
Entonces el aire cambió, pasó de helado a cálido, haciendo que una ola de tranquilidad la invadiera, era una sensación que hacía tiempo que no experimentaba, demasiado pensó.
Alzó la vista buscando la causa de ese cambio tan brusco en el ambiente, estaba sola, como lo había estado desde hacía tantos años.
Buscó a su alrededor, entre las sombras, se negaba a creer que no había nadie allí con ella.
De repente creyó ver algo moverse en la oscuridad, sintió pánico, debían haberla seguido y, sin duda, la habían encontrado. La sensación de tranquilidad que la había invadido anteriormente se había evaporado, como el agua en un caluroso día de verano.
Sabía que estaban acechando, esperando la más mínima distracción para echársele encima, querían hacerle creer que estaba sola.
Esperó tensa y con la mirada fija en el lugar donde creía que aguardaban sus atacantes, pero nada ocurrió, no se movió ni una hoja.
Esperó durante horas, y, cuando el sol empezaba a despuntar entre los edificios, se dio cuenta de que en la oscuridad solo había habido eso, oscuridad.
Pero estaba segura, es más, sabía que la habían estado observando desde ese rincón. Decidió acercarse.
Se sentía insegura, desprotegida, quizás aun no se habían ido, quizás estaban esperando a que, confiada, se acercara cayendo en la trampa y, convirtiéndose así, en una presa fácil.
Buscó con cautela, intentando no hacer ningún ruido que pudiera delatar su posición. Definitivamente ahí no había nadie.
Una vez se había asegurado de que no había ni la más mínima pista de quien había estado ahí durante esas largas horas de oscuridad, mientras creía que cada segundo iba a ser el último, se dispuso a buscar un escondite.
No podía volver a casa, la estarían esperando.
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